
Nilda y Magda demuestran que el empoderamiento de las mujeres se traduce en beneficios que van más allá de ellas mismas, generando un efecto multiplicador que amplía el bienestar general y contribuye al desarrollo local.
A pesar de la reducción general de la pobreza en México, los hogares encabezados por mujeres siguen siendo más vulnerables, enfrentando mayores tasas de inseguridad alimentaria y menos oportunidades de empleo formal.
A través de nuestros proyectos, SiKanda y Puente a la Salud Comunitaria abonamos al cambio, impulsando que la fuerza y compromiso de las mujeres den frutos en las comunidades oaxaqueñas con menos acceso a oportunidades.
Mejorar la nutrición es mejorar la salud:
Las mujeres invierten hasta el 90 % de sus ingresos en el bienestar, la salud y nutrición de sus familias. Más allá de cubrir necesidades, cada peso contribuye a la permanencia escolar de las niñeces, a que los hogares gocen de mayor seguridad alimentaria y a que las economías locales se fortalezcan.
Magda, participante del proyecto de grupos de ahorro MARES en la Zona Oriente de la Villa de Zaachila, vive esta transformación en su propia casa:
“Todo lo que he aprendido lo he llevado a la práctica en mi casa con mis hijos, también con mis papás… Cuando ellas (las instructoras) nos ponen un taller y nos dicen qué es lo que tenemos que hacer, nosotras lo hacemos con mucho cariño y se lo enseñamos a nuestros hijos.”
La historia de Magda es sólo una de muchas…

Mejorar la educación:
A nivel global más del 75% del trabajo de cuidados no remunerado recae en las mujeres. Ellas son ejes centrales en la familia, para el cuidado, la educación y el desarrollo de sus miembros, transmitiendo principios y valores a las siguientes generaciones.
Cuando tienen acceso al conocimiento, los recursos y la oportunidad de liderar, las mujeres rompen ciclos de pobreza, impulsan la educación de sus hijos e hijas, transformando no sólo su futuro sino el de toda la sociedad.
Las hijas e hijos observan y aprenden de la dedicación y resiliencia de sus madres, lo que puede influir en sus propias expectativas y roles futuros.
“A mi hija, la más grande, le gusta mucho cocinar… y me dice “Mamá, voy a hacer una ensalada ¿puedo cortar de tus lechugas o tu cilantro?”, de lo que yo tengo en mis macetas, ella corta y cocina” Magda, participante proyecto MARES
Sociedades más estables y justas:
Cuando lideran, las mujeres promueven la participación en todos los niveles, brindando perspectivas diversas que conducen a soluciones más inclusivas, centradas en las personas y orientadas al bienestar colectivo.
A través de las capacitaciones en economía social y solidaria que ofrece SOMOS CAFETALERAS, este año se proyecta acompañar a 150 productoras de café de la Sierra Sur y Mixteca de Oaxaca, pertenecientes a distintos grupos y fases de avance.
Dentro de este grupo, 23 productoras con mayor permanencia en proyecto ya han mejorado la salud del suelo de sus cultivos, adoptado prácticas sustentables de compostaje e implementan acciones dirigidas al fortalecimiento de sus marcas.
Nilda, una de las participantes en la comunidad de San Agustín Loxicha, lo explica así:
“Hemos trabajado mucho la solidaridad…cuando yo no tengo producto o, aun así, cuando me preguntan si tengo café, o si lo tengo en cierta presentación, les digo
‘pues tengo el mío, en estas presentaciones… pero también hay una persona que lo vende a tal precio y su producto no lo conozco, pero si gustan, pueden preguntarle’ tratando de que más gente se involucre, y no solamente yo en vender mis cosas, tratando de apoyar a los demás”
Este espíritu de colaboración es la base de una economía más justa y sostenible, donde las mujeres se impulsan mutuamente y reinvierten su éxito en sus comunidades.
Al apoyar a mujeres como Nilda y Magda, ayudas a cultivar mucho más que medios de vida: estás sembrando resiliencia, equidad y esperanza.
Ellas no sólo están superando las barreras de la desigualdad de género en este sistema; están generando efectos multiplicadores de cambio.
